Como digo en el propio relato, jamás he escrito uno, un relato breve, salvo este que junto con otros dieciséis de distintos autores se acaba de publicar con edición y prólogo de José Luis Ordóñez en la nueva editorial El Sendero. El mío se titula "The Searchers" y trata de un rodaje en Almería. Y es este es su comienzo:
THE SEARCHERS
Nunca he escrito un cuento. Seguramente habrá a quien le
extrañe que después de haber compuesto cientos de poemas y haber empezado
recientemente a publicar novela no haya nunca dirigido mi atención activa a un
género que, sí, cómo negarlo, me ha proporcionado grandes momentos, estupendas
rachas, como lector. Cierto es que, hará treinta y cinco años, pergeñé algo que
se parecía a un relato breve, ahora solo calificable de titubeo, y que algunos
poemas en prosa, también antiguos, poseen elementos narrativos. Pero cuento, lo
que se dice cuento, no he escrito nunca. Hasta hoy, si es que se puede llamar
cuento a esta acta notarial de un fracaso.
Un
cuento que tuviera como ejes comunes, es decir, encrucijada, Andalucía y el
cine. De eso se trataba. Se trata. Y acepté con la misma inconciencia con la que
se echa uno en brazos de una mujer o se emprende una guerra. Lo tendrás en su
fecha, respondí.
Cuando
ya había llegado esta y no lo había entregado llegó como el Séptimo de
Caballería a mi rescate un mensaje nuevo: se había ampliado el plazo. Lo
tendrás en su fecha, respondí de nuevo. Ahora esa fecha es pasado mañana y no
tengo cuento alguno, o tengo mucho cuento, porque acabo de empezar el relato y
mañana vence el plazo. Lo tendrá, me digo a mí mismo. En su fecha.
Hace
algunas semanas se me ocurrió el asunto. Quiero decir que se me impuso. Cuando
se han escrito, eso sí, muchos poemas líricos se está acostumbrado a que los
textos surjan como una revelación. Siempre tienen algo de epifanía. Pero mi
cuento será no lírico sino épico; épico por el tema que desarrolla: la visita
de un destacamento de músicos céltico-punks, The Pogues, a Almería. Eso, inicialmente;
porque después hay otro relato épico que se superpone a aquel: el de mi
búsqueda de un libro, un ejemplar que tuve sobre el grupo irlandés y que me iba
a servir como apoyo para urdir el cuento, pero que no he hallado en parte
alguna de mi biblioteca.
Los
Pogues viajaron a Almería en 1986 y grabaron la canción “Fiesta”, que no es mi
favorita del grupo (quizá esta sea “Dirty Old Town”) pero que no deja de
sorprenderme una y otra vez por su frescura. El álbum en que aparece la canción
es If I Should Fall from Grace with God,
aunque también fue lanzada como single
con notable éxito. Ya no tengo el disco de vinilo (como, parece ser, tampoco el
maldito libro) pero recuerdo, como si la estuviera viendo, la funda interior,
con los numerosos miembros del grupo alineados con una vestimenta estrafalaria
que no era sino la de un intruso que aparecía con ellos, James Joyce, como esa
turba tocado con sombrero. Me gustaría tener datos más precisos de ello, pero,
ya digo, no doy con el libro en que presumiblemente viene esta información y no
tengo tiempo ahora de conseguir otro ejemplar. Los Pogues salieron en esa
película que utilizó la infraestructura cinematográfica del desierto de
Tabernas, nombre al que no podría resistirse sin duda Shane MacGowan, líder del
grupo (no confundir este Shane con el Shane de otra película del oeste, Raíces profundas). Y como si de un spaghetti western se tratara, hicieron una
suerte de película de vaqueros, en la que también participaron Elvis Costello
–ya por entonces pareja de la vocalista Cait O’Riordan– y otros como Dennis
Hopper, Joe Strummer y Courtney Love. Straight
to Hell se tituló. Directos al
infierno. Es un título que esta noche me recuerda al de otra desvergonzada canción
del grupo, uno que siempre me ha parecido muy afortunado si se piensa en la
división en condados de Irlanda: “Boys From the County Hell”. El director fue
Alex Cox. A Joe Strummer, de The Clash, que vivía por entonces en Granada, por
aquel entonces le rondaba la cabeza componer una canción sobre el asesinato de Federico
García Lorca. Creo, sin embargo, que no llegó a escribirla.
Me
hubiera gustado saber más de aquel rodaje, que tuvo que ser de locos, como la
misma letra de “Fiesta”, que es un disparate en cuyo mejunje se mezclan el
inglés y un pintoresco español. En las películas del rey del western, John Ford, no suelen faltar los
bailes y las borracheras. De ambas cosas serían testigos y quizá protagonistas los
Pogues durante su estancia almeriense, pues hay en la letra de la canción
menciones a la Feria de la ciudad (pronunciada Fería), que estaría celebrándose
mientras estuvieron ellos allí como la citada letra testimonia, por ejemplo en
esa alusión a las muñecas chochonas de las casetas de tómbola.
¿Qué
buscaban los Pogues en Almería? ¿Qué perseguían en aquellos pasajes que
remedaban con pobretería española los otros, imponentes, de Monument Valley? ¿Cuál
era su quest? ¿Los dientes ya
perdidos de Shane, esfumados antes de cumplir los treinta años y que dejaron en
su boca un torturado paisaje con riscos erosionados y oquedades y cactus? ¿La sombra
de Nathalie Wood, raptada por los comanches cuando era niña, el esplendor en la
hierba, no el marchitarse en el secarral, como un verso desgajado de la oda
sobre recuerdos infantiles de Wordsworth? Una vez me encontré en la barra de
O’Donoghue’s, en Merrion Row, al miembro fundador de los Dubliners, Ronnie
Drew. Allí, ante una pinta que él acababa y las dos de la ronda que luego pagué
yo, y por testigos los billetes de dólar que paisanos de Ford habían ido
dejando en la pared como un papel pintado, le estuve sonsacando sobre su propio
viaje a España, veinte años antes que el de los Pogues. Ronnie, que al frente
de su banda grabó con ellos el exitazo internacional “The Irish Rover”, enseñó
inglés en Sevilla al tiempo que aprendía a tocar la guitarra flamenca. Del
viaje de los Pogues apenas sabía nada. Si Shane le había contado algo, este
debía de estar en su estado natural –muy bebido– y poco recordaba el no menos
bebedor Ronnie, pero que siempre supo mantener la compostura.
(...)
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